viernes, 9 de julio de 2010

Crítica musical. Sabá

Seguimos en la misión de ofrecer reseñas sobre las propuestas que van aconteciendo a lo largo de esta última semana dentro del VI Festival de Música Antigua de Málaga.

En este sentido, esta fue la crítica musical publicada en el periódico "Málaga Hoy" referente al concierto del día 5 de julio de 2010 realizado por el grupo Sabá.
 
 
CLARA APUESTA POR LOS VALORES MÁS ELEVADOS
 
por Fernando Anaya Gámez
 
VI Festival de Música Antigua de Málaga. Torre del Horno de la Alcazaba. Fecha: 5 de julio de 2010. Programa: Selección de obras de música tradicional persa. Intérpretes: Sabá. Aforo: completo.

Dos de las muchas grandes virtudes que posee la música es su carácter integrador de culturas y su gran participación en lo que sería una serie de principios fundamentales y comunes.

Es por lo que, ante propuestas como las que presenciamos el pasado lunes en la Torre del Horno de La Alcazaba, podemos extraer valoraciones que nos hablan de una participación común en músicos de distintas nacionalidades (Irán, Grecia, Panamá y España), donde todos llegan al entendimiento gracias a la música.

Y además, se establecen preceptos que deberían regir mucha de la interpretación de hoy día: conocimiento del instrumento y de todas sus posibilidades sonoras, ritualidad implícita ante el acto de la propia interpretación (al margen de cualquier visión religiosa), disciplina de trabajo, interiorización y disfrute propio para hacer disfrutar a los demás.

Por todo ello, presenciar cómo un concierto fluye en permanente comunicación y musicalidad se asume en gran valía ante la aproximación a una de las ricas tradiciones musicales orientales: la persa.

Uno de los grandes secretos que presentó el grupo Sabá no sólo estribó en conjuntar todo lo expuesto anteriormente, inclusive con disfrute palpable y conveniente explicación didáctica de la organología, sino en también en la calidad técnica de sus instrumentistas. Fueron el caso de Hristos Barbas en los vientos, especialmente en la direccionalidad e intencionalidad expresiva del ney, Efrén López en la perfecta conjunción de la cuerda pulsada, fiel equilibrio sonoro del conjunto, en el extraordinario acompañamiento de la percusión de Osvaldo Jorge -uno de los puntos culminantes se determinó en su improvisación con las tablas indias y su articulación pedagógica de las consabidas sílabas rítmicas- junto a la maestría de Pedram Khavar con el tombak, del que supo extraer todo tipo de sonoridades y combinaciones en permanente calidad.

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