Y una nueva entrega musical para esta semana que finaliza. En este caso, nos hacemos eco del concierto ofrecido por la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) en su sesión número catorce. Una velada correcta y bien trabajada, de la que se rinden cuentas en la siguiente crítica musical publicada ayer día 22 de mayo de 2010 en el periódico "Málaga Hoy".
MÁS ALLÁ DE LA SIMPLE NATURALIDAD
por Fernando Anaya Gámez
Concierto nº 14. Teatro Cervantes. Fecha: 21 de mayo de 2010. Programa: 'Concierto nº 12 para piano y orquesta en la mayor, KV. 414' de W. A. Mozart y 'Sinfonía nº 7 en mi mayor' de A. Bruckner. Intérpretes: Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Solista: Eric Le Sage (piano). Director: Josep Caballé. Aforo: Tres cuartas partes del total.
Las temporadas musicales van llegando a su fin y, antes de llegar a la reflexión final, anoche se presentó la penúltima cita con los conciertos de abono de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Una velada centrada en la dualidad de dos grandes compositores de la historia: Mozart, en la vertiente del concierto solístico (con orquesta), y Bruckner, en cariz sinfónico; ambos en interpretación global de buen resultado.
El Concierto nº 12 para piano y orquesta en la mayor, KV 414 del genio salzburgués de la primera parte presentó una orquesta en la búsqueda de disposiciones de efectivos alejada de lo tradicional. En este sentido, y como se percibió posteriormente, fue certera la decisión de Josep Caballé de optar por realizar un intercambio de posiciones entre violas y violonchelos, al igual que optó por una lógica reducción de músicos en el ánimo de conseguir un verdadera sonoridad camerística mozartiana y ofrecer el mejor marco posible a Eric Le Sage. Un solista de piano éste que desarrolló su interpretación bajo el prisma de la más selecta naturalidad.
La aparente sencillez que emana la música de Mozart esconde mucho mayor complejidad que los propio oídos humanos pueden percibir. Es por lo que se agradece que Le Sage, aun siendo un destacado especialista en Schumann, se haya acercado a esta partitura con elegante toque y fluidez, cualidades ambas que se prodigaron en excelente técnica durante el desarrollo del primer tiempo.
El resto de tempi dejaron entrever los mismos signos de un discurso de fraseo amplio y bien modulado, donde la expresividad el segundo y la claridad expositiva del tercero se convirtieron en el emblema apropiado para esta obra. Igualmente, hay que destacar los momentos cadenciales, significando la cadenza del Allegro.
Bruckner con su Sinfonía nº 7 en mi mayor fue el encargado de cerrar la velada, tras las ovaciones cosechadas por el solista francés al término de su sublime pieza de regalo. Un viaje musical, en definitiva, que sirvió para constatar el óptimo trabajo realizado por la agrupación malacitana, bajo la enérgica batuta de Caballé.
Lo cierto es que, rememorando lo comentado sobre la disposición de efectivos, fue en esta pieza donde verdaderamente se exhibieron sus resultados positivos. Hablamos directamente de la amplia cohesión de la cuerda, en la lograda expresividad de los violonchelos en el inicio del Allegro moderato, junto con la demarcación efectista de los momentos más destacados del propio discurso. Asimismo, fueron notable las intervenciones solísticas de maderas y metales, protagonizando las trompas uno de los momentos más interesantes en el Adagio.
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