Disculpas por la falta de actualización que en breve será subsanada.
En este caso, damos noticia sobre el último concierto que clausuró la temporada 2009-2010 de la OFM, bajo las pantentes desigualdades entre ambas partes ofrecidas. Dos partes muy deferenciadas en corrección (mejor la primera parte que una incierta segunda) y que se vieron reflejadas en la siguiente crítica que se publicó en el diario "Málaga Hoy" el día 5 de junio de 2010.
CRÍTICA MUSICAL
FEMENINO PLURAL Y CIERRE DE CURSO
por Fernando Anaya Gámez
Concierto nº 15. Clausura de la temporada 2009-2010. Teatro Cervantes. Fecha: 4 de junio de 2010. Programa: ‘Las Hébridas, op. 26 (Obertura)’ y ‘El sueño de una noche de verano, op. 21 y 61” de F. Mendelssohn, y ‘Noches de verano, op. 7’ de H. Berlioz. Intérpretes: Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) y la Coral Cármina Nova. Solistas: María Espada (soprano) y Rosa Miranda (soprano). Director de la coral: Javier Serrano. Directora: Virginia Martínez. Aforo: tres cuartas partes del total
Un ciclo que llega a su fin, como tantos en las vidas personales y musicales, para recibir el último concierto de la presente temporada de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Una cita que con el número quince, popularmente vinculado a lo femenino, pareció preludiar la extraordinaria conjunción de mujeres en la escena de anoche.
La primera, Virginia Martínez, en calidad de directora de gesto claro y conciso, desplegó su batuta en la correcta apreciación expresiva de Las Hébridas op. 26 de Mendelssohn. Con clara intencionalidad sobre el subrayado de los distintos planos sonoros, cercana asimismo a lo metafórico que destila la propia partitura, presentó un número muy equilibrado.
La segunda, María Espada, protagonizó un extraordinario acercamiento a esta pieza no tan conocida del genial Berlioz. Acostumbrados a sus interpretaciones dentro de la música antigua, máxime en sus últimas participaciones en tierras malacitanas, la soprano extremeña sigue cosechando un notable éxito como reflejo de su buena predisposición a desarrollar su amplio repertorio. Fue el caso de estas Noches de verano, op. 7 donde nos movió por su versatilidad de paletas vocales (y con textuales, en función del texto) en perpetua conjunción de una exquisita técnica basada en la portentosa dulzura del ataque de sus agudos y del empleo ecuánime de su vibrato. Cualidades todas que se tradujeron en un Le spectre de la rose de enérgicas enfatizaciones y soberbio final, junto a un Sur les lagunes, en reluciente realce del Ah! de la frase final.
La segunda parte fue igualmente salvada por la tercera intervención de lo femenino en lo vocal. Bien en las correctas y empastadas intervenciones de la sección femenina de la Coral Cármina Nova, y en destacado lugar nuevamente María Espada junto a una Rosa Miranda de óptima técnica y voz compacta, no lo fue así para las varias irregularidades presentadas tanto en batuta como en los propios maestros de la OFM. En este sentido, entre los titubeos de inicios y finales poco claros en las intervenciones de la cuerda en la Obertura, y la decisión de, por un lado apresurar tempi como el Scherzo y la consabida Marcha Nupcial, y por otro, atajar las intervenciones vocales directamente en su participación, desechando por tanto los compases instrumentales anteriores como en Lied mir Chor, sembraron cierta sensación de imprecisión en las maderas, un lógico apresuramiento generalizado y una falta de matización más consistente en la globalidad del Nocturno y el Finale.
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